martes, 13 de febrero de 2024

Un poco mal


Algunas veces olvido escribir en mi diario. Antes no lo hacía con frecuencia, pero habría sido hermoso hacerlo todos los días y, con esos apuntes, poder armar un libro. Habría sido más fácil, más ideal, pero nunca se me ocurrió plasmar todos mis recuerdos diarios en un libro.

Hoy me siento un poco mal, un poco triste, porque he estado pensando en mi relación con Miriam. Aunque en realidad nuestra relación nunca existió, porque no éramos nada, el daño que me hizo, lo que me causó, aún aparece en mi mente y me llena de angustia. Recuerdo cómo me trataba mal, cómo me humillaba, y aun así yo seguía ahí, aferrado, sin entender que no me quería, que no importaba cuánto hiciera por ella. En su mundo, el problema era yo. Me fui desgastando tanto que terminé creyendo lo mismo. Permití que me lastimaran hasta el punto de cuestionar mi propio valor, mi autoestima. Me he sentido muy deprimido, con la moral por los suelos, al darme cuenta de que toleré todo ese abuso y maltrato.

No tengo a nadie con quien conversar. Me siento solo, y no quiero seguir sintiéndome así. No quiero seguir sintiéndome mal, ignorado, abandonado. Quiero aprender a ser más extrovertido, conocer nuevas personas, hacer amigos y seguir adelante con mi vida. Solo quiero dejar atrás esta tristeza, esta sensación de vacío. Quiero volver a sonreír, a disfrutar, a sentirme en paz. No quiero seguir atrapado en este dolor solo porque alguien me menospreció, porque me humillaron o porque permití que lo hicieran.

Me siento tan triste que ni siquiera tengo ganas de comer. Sé que el libro no cambiará mágicamente lo que siento, pero está ahí. Quiero aprender más y, si es posible, ayudar a otros a que no pasen por lo mismo que yo. Es un sufrimiento silencioso, uno que nadie nota, uno del que no se habla. Y mientras tanto, uno sigue muriendo por dentro.

Señor, arranca este dolor de mi corazón. No permitas que sigan lastimándome, no permitas que me sigan tratando como si fuera su enemigo. Sana mi alma, Señor. Permíteme conocer a alguien que me valore, alguien que me acompañe, porque me cuesta mucho estar solo. Aparta de mi vida lo que no me quiere, lo que no me respeta, lo que no me hace bien.

Déjame ser feliz, Señor. Quiero ser feliz. Ayúdame a sanar, a olvidar, a soltar. Limpia mi corazón de todo lo que me atormenta y lléname de paz.

Carlos Daniel




Te dejo, se feliz


 Te dejo

y no es porque ya no te ame
Te dejo porque siempre tengo que estar reclamándote cariño, tiempo, atención y eso,
eso no se pide ni se mendiga.
Te dejo porque no me das lo que yo te doy
porque a ti te entrego mis días
mi alma y mi corazón.
—de mi la mejor versión—
Y eso me está consumiendo.

Te dejo
porque no estamos hechos el uno para el otro
porque si así lo fuera,
no estuviéramos alejándonos el uno del otro
con tu indiferencia
haciéndome elegir
entre tu querer y mi amor propio.

No es justo para mí permanecer al lado
de alguien que sabe que la quiero en mi vida
pero actúa como si no le importara
porque al lado tuyo siento
como si contra la corriente nadara.

Te dejo
y no es porque te haya dejado de querer,
entiende!
que para el amor es importante demostrar
cariño, reciprocidad y no la falta de querer,
de cuidar la fragilidad del otro como
si fuera propia,
y de ti me llevo el peor sabor en la memoria.
Te dejo y no es porque ya no te quiera,
porque no puedo borrar mis sentimientos
de la noche a la mañana (ojalá pudiera)
Pero te dejo porque me has puesto
al límite tanta veces que ya no puedo más
porque simplemente nuestro tiempo
ha llegado a su final.

Porque me es imposible querer
a alguien más, sin antes quererme a mí mismo
Porque aunque te amo con cada fragmento
de mi alma y mi piel,
—me está destruyendo...—
Te dejo, porque si me quedo
vas a acabar conmigo
y con lo poco que aún tengo
porque si me quedo vas a convertirme
en un corazón frío
Por eso te dejo...



sábado, 10 de febrero de 2024

Perdón, destino y nuevas oportunidades


Carlos Daniel escribía algunas palabras en su bloc de notas con la esperanza de recuperar esa conexión con la escritura que solía tener. Antes, cada palabra, cada oración, cada detalle era cuidadosamente plasmado, con la intención de expresar lo que sentía sin necesidad de hablar. Pero hoy, se ha dado cuenta de algo: su inspiración siempre estuvo ligada a su tristeza.

Mientras más triste estaba, mejor escribía. En cambio, cuando la tristeza se disipaba, escribir se volvía un desafío.

Y eso es precisamente lo que le ocurre ahora. Ya no se siente triste con la misma intensidad o frecuencia que antes. Sus emociones han cambiado, y con ello, su forma de comunicarse. Ahora le resulta más fácil hablar, improvisar en el momento, dejar que las palabras fluyan en una conversación, en lugar de forzarlas sobre el papel.

Esta era la segunda vez que Carlos Daniel se encontraba en una situación extremadamente difícil. Se sentía tan desesperado, tan abrumado por la tristeza y la incertidumbre, que buscó formas de recuperar a su ex pareja. Se sumergió en guías, manuales, videos, tratando de encontrar respuestas.

Desde hace mucho tiempo, ha sabido que Miriam era el amor de su vida, pero nunca se lo dijo en persona. Hoy, le duele que la situación haya llegado a tal punto, que ella ya no quiera saber nada de él o que guarde tanto resentimiento. Sin embargo, eso no cambia lo que él siente. Los sentimientos de cariño y afecto que aún conserva no van a desvanecerse de la noche a la mañana.

No sabe con certeza si en algún momento esas estrategias funcionaron, si fue suerte o un simple capricho del destino, pero el tiempo pasó y logró recuperarla. Se sintió el hombre más feliz del mundo. Se enamoró de nuevo, como si los años no hubieran transcurrido. Pero el destino, a veces cruel, o quizá su propia torpeza, lo llevaron a perderla otra vez. Miriam decidió no seguir soportando la misma situación. Entre esos vaivenes de sentimientos y conflictos, sucedieron muchas cosas.

En medio de esta nueva realidad, Carlos Daniel descubrió aspectos de Miriam que desconocía. Actuó impulsivamente y eso desató una serie de consecuencias dolorosas e inesperadas. No midió la magnitud de sus actos, pero eso, piensa, ya será parte de otra historia.

Lo que sí tiene claro es que hizo una promesa: perdonar. Perdonar a Miriam, perdonar a quienquiera que le cause daño. Se ha comprometido a hacerlo 70 veces 7, como lo enseña su fe.

Hoy, Carlos Daniel ha dejado de creer en esas guías y manuales. Ya los leyó, los analizó, pero no los comprende o simplemente se ha negado a entenderlos. Su corazón ya no está en el mundo, sino en Cristo. No se aferra a la idea de que falló en su intento por recuperarla, ni busca más explicaciones. Quizás no lo hizo bien, o tal vez ella simplemente ya no lo quiso así.

Pero entiende que todo es parte de un proceso. Por eso, ha decidido limitarse a orar, a pedir paz para su corazón y a cultivar la paciencia. En cierto punto, ha aceptado que volver a estar con ella puede que no sea humanamente posible. Y aunque le duela, ha aprendido a respetar con hidalguía la decisión de Miriam.

Así es la vida. Y hay que seguir adelante.

Carlos Daniel ignora si algún día Miriam le dará una oportunidad. Pero por ahora, seguirá su camino, dejando que el tiempo haga lo suyo.

P.D.: Se ha propuesto publicar al menos un post a la semana.

Carlos Daniel







miércoles, 7 de febrero de 2024

Reflexión


Cada vez estoy más convencido de que, al analizar todo lo que ha ocurrido hasta hoy, cada golpe fue necesario. Cada uno de ellos despertó algo en mí, algo que, de otra manera, jamás habría comprendido.

A lo largo del tiempo, muchas personas me hablaron, me aconsejaron, intentaron guiarme. Pero nunca me exhortaron verdaderamente. Nunca hubo una corrección real ni una intervención firme que me hiciera ver mis errores con claridad. Nadie me confrontó lo suficiente como para cambiar mi actitud, mi comportamiento, todo aquello que en su momento estaba haciendo mal.

Si alguien me hubiera corregido con determinación, si me hubieran encaminado por el sendero correcto, tal vez hoy la historia sería distinta.

Pero solo hay un camino, una senda para hombres y mujeres, y en algún punto, yo me desvié de él. Ese ha sido uno de los mayores desaciertos de mi vida. Sin embargo, ahora entiendo que era necesario. Porque aunque en muchas ocasiones dije que quería cambiar, en el fondo no era consciente de que el verdadero cambio tenía que nacer en mí.

Nadie más podía corregirme. No eran los demás quienes debían aplicarme el correctivo. Era yo quien debía tomar la decisión de transformarme.

Pero las cosas sucedieron como debían suceder. Y toda mi vida, especialmente desde que me uní a Miriam, se ha convertido en un testimonio. No porque los años previos fueran insignificantes o carecieran de lecciones, sino porque estos últimos 14 años han sido la enseñanza más importante de todas.

Mi testimonio existe para que otros comprendan lo que he vivido, lo que he aprendido y lo que significa realmente cambiar. Porque, al final, eso es lo que verdaderamente importa.

Carlos Daniel




domingo, 21 de enero de 2024

Promesa no cumplida


Esta experiencia no quedará registrada en mi diario ni en mis apuntes de hoy. No sé si fue por una razón divina o simplemente una coincidencia, pero esta mañana me levanté temprano y escuché a Miriam llorar. La verdad, nunca antes lo había notado, y al hacerlo, sentí una punzada de tristeza. Tal vez, por primera vez, me volví realmente empático con su dolor.

Recuerdo que, hace días, pensé que vería un verdadero compromiso de Miriam con Dios cuando, al orar, llorara y entregara sus sentimientos en la oración. Orar no es solo hablar con Dios; es abrirle el corazón, confiarle nuestros sufrimientos y soltar las cargas que nos pesan. Escucharla llorar me entristeció profundamente. A veces, me duele verla así. Siento que está más sola de lo que yo mismo me sentí alguna vez. Y, en ese sentido, reconozco que he sido fuerte. Dios me dio la capacidad de resistir, de seguir adelante a pesar de los problemas, la tristeza, el dolor, la angustia, la melancolía, la ansiedad y la depresión. Pero ella es diferente. Es una mujer, y aunque es fuerte, también es frágil.

A menudo la observo, aunque intente evitarlo. Y cuando lo hago, veo en sus ojos una tristeza oculta, un dolor silenciado, lágrimas que nunca caen. Puedo sentir su sufrimiento, aunque ella no lo exprese. Pero, aun así, trato de ignorarlo y sigo con mi vida.

Hubo un tiempo en el que quise regresar con ella, intentarlo de nuevo. Sin embargo, después de atravesar esta terapia de choque emocional, he comprendido que no, no quiero volver. Quiero vivir mi vida solo, avanzar, crecer y salir adelante. Pero dentro de esta independencia, dentro de mi deseo de mejorar y seguir adelante, hay algo que me detiene. Algo que me toma de la mano y me dice que no puedo simplemente marcharme, que no puedo ignorar esto, que no puedo pretender amar a Dios, seguir sus caminos y aprender a su lado sin antes cumplir con lo que le debo a ella.

Hice una promesa. Y las promesas, tarde o temprano, deben cumplirse. No es una promesa que afecte otras áreas de mi vida, excepto la de convertirme en una mejor persona. Siento que fallé en mi misión de cuidarla. Durante mucho tiempo quise protegerla, estar a su lado, construir una vida juntos, perdonar y dejar el pasado atrás. Intenté hacerlo muchas veces. Dios conoce mi corazón, sabe quién soy, por dentro y por fuera. Conoce mis deseos más íntimos, mis errores, mis defectos, mis debilidades. Y también sabe cuánto quise amarla, protegerla y cuidarla.

Pero no funcionó. No se logró. No sucedió.

Todos esos intentos me hicieron tropezar. Quise tomar su mano y decirle: "Amor, caminemos juntos, dejemos atrás el pasado, las heridas, todo lo malo." Pero esa mochila fue demasiado pesada para cargarla por tanto tiempo. Y entendí que, para avanzar, debo soltarla. Me tomó tiempo, me costó lágrimas, días de pena y noches de incertidumbre. Pero finalmente comprendí que, al dejar atrás esa carga, puedo impulsarme hacia adelante, hacia mis metas, hacia mi destino.

Hoy, voy a pedirle a Dios que me conceda paciencia y amor por el prójimo, para ser más considerado y compasivo. Le diré que la cuidaré siempre, ya sea juntos o separados, casados o divorciados. Debo cumplir mi promesa de protegerla, pero ya no como pareja, sino como amiga, como compañera, como hermana.

Y quizás eso sea lo mejor.

Carlos Daniel



Lo siento


Muchas veces te pedí disculpas, y siempre lo hice sinceramente. Dios sabe cuántas noches sufrí por todo lo que me hiciste pasar, por cada herida que me causaste. Si tuve que atravesar todo esto para comprender muchas cosas, solo Él lo sabe. Pero más allá del dolor y los errores, hay algo que nunca olvidé: hice una promesa de cuidarte. Tal vez nunca lo expresé con palabras exactas, pero en mi corazón siempre sentí que le prometí a tu padre que velaría por ti.

Hoy, tu papá ya no está con vida para hablar con él, para pedirle perdón. Y lo siento… lo siento profundamente por haber fallado. Mis propios traumas y demonios me atacaron, impidiéndome cumplir mi promesa. Pero ahora, desde el cielo, donde sé que está, le pido otra oportunidad para enmendar mi error.

Cuidaré de Miriam, no te preocupes. Haré todo lo posible por poner paz en su corazón, por aliviar su angustia. Estaré ahí para apoyarla cuando ella lo necesite, no cuando yo lo decida, sino cuando ella lo considere apropiado. Es una mujer increíble, que merece lo mejor.

Perdóname, Edgardo. Te ruego que me des la oportunidad de hacer las cosas bien esta vez. Dame fuerzas, paciencia y tolerancia para seguir adelante. Aún hay mucho por hacer, y una de esas cosas es cumplir mi promesa: cuidar de ella.

Sé que llegará el momento. Dios me está guiando hacia mi destino…

Carlos Daniel







lunes, 28 de agosto de 2023

Me gustaría decirte


Hoy no tuve la oportunidad de sostener una larga conversación con Miriam. Fueron solo pequeñas charlas, bromas, intercambios de ideas breves y resumidos.

Aún siento dentro de mí un gran deseo de conversar, de hablar, de compartir pensamientos, de imaginar y proyectar. Tengo tantas cosas en la cabeza, pero, lamentablemente, la depresión y la tristeza siguen presentes, aunque ahora camufladas. Me gustaría decir que han desaparecido por completo, pero no es así. Sin embargo, también siento felicidad, porque el sufrimiento ya no es el mismo. La depresión ha disminuido; siento que he logrado mitigar este dolor a la mitad.

El podcast ha tenido un impacto positivo en mí. Las palabras de la hermana han calado profundamente en mi ser y han sembrado en mí la semilla de la esperanza. Gracias a Dios, pude escuchar ese audio que ha cambiado mi perspectiva de la vida, haciéndome consciente de que debo disfrutar el presente y dejar de preocuparme tanto por el pasado o el futuro. Aun así, sé que a veces mi humanidad cede ante esas preocupaciones. Pero sigo luchando. Soy un guerrero y me esfuerzo constantemente por cambiar. Mis ganas y mi deseo de transformar mi situación me dan fuerza y esperanza en un nuevo comienzo.

Me gustaría decirte tantas cosas, Miriam, pero tu indiferencia, tu apatía y la falta de amor que percibo en ti me mantienen en silencio. No puedo insistir constantemente sobre nuestra situación. Te amo con todo mi ser, y tal vez decir "te amo" sea poco. Te llevo en el alma, en mi corazón, en mis pensamientos. Me hubiera gustado expresártelo cuando estuviste a mi lado hace unos minutos, cuando te jalé. Sé que tal vez te desconcierte y te entristezca el hecho de que tenga que recurrir a ese gesto para tenerte cerca y disfrutar de tu presencia. Pero también entiendo que estás bien con tus amigas, con tu vida… y quizá eso es lo que más me entristece.

Desde que escuché el audio, solo he pensado en decirte cuánto te amo, en pedirte que vuelvas conmigo, que nos casemos, que busquemos un futuro juntos al lado de Dios. Sin embargo, todos mis deseos y anhelos han sido apagados por tu decisión de no compartir tu vida conmigo. Debo respetarlo, aunque no lo comprenda del todo. Cada día siento la necesidad de hablarte, de expresarme, de decirte todo lo que pasa por mi cabeza. Ahora que la situación entre nosotros ha cambiado, mis ganas de transformar las cosas también han cambiado para bien. Sé que los valores son el pilar de una relación, y por eso, pase lo que pase, siempre llevaré en mi corazón todo lo que compartimos.

Me gustaría que me escucharas por voluntad propia, no por obligación. Espero que el tiempo te haga darte cuenta de que a mi lado fuiste feliz, y que yo lo fui contigo. Lamentablemente, nos enfocamos demasiado en lo negativo y dejamos en el olvido lo bueno.

He decidido dejar atrás la pena, la tristeza, la angustia y la ansiedad, para poder disfrutar de la vida con tranquilidad, para agradecer a Dios cada día, por la comida, por todo lo que tengo y por cada persona que sigue a mi lado. Solo espero que, cuando te des cuenta de que soy tu felicidad, no sea demasiado tarde. Y si algún día llego a sacarte de mi vida, espero que entiendas que fue porque me lastimabas demasiado.

Siempre recuerda que cuando tengas una pareja, hazla tu prioridad, atiéndela, cuídala, cocínale, ámala, porque solo así podrá ser feliz.

Te deseo lo mejor, sin resentimientos, sin celos ni reproches. Que te vaya bien.

Carlos Daniel